viernes, 16 de noviembre de 2007

Qué cosas, darme cuenta justo a esta edad de que soy un optimista.

Cuánto más útil me hubiera sido saberlo durante mi adolescencia. Cuántas cosas de las que comencé hubiera podido terminar y sin embargo: ¿Quién puede anticipar el efecto para una causa?

viernes, 9 de noviembre de 2007

Uno puede tratar de absorber al universo, racionarlo en porciones digeribles, clasificarlo en recetas más o menos sofisticadas, presentarlo elegantemente con dos hojas de rúcula y una de perejil; pero al fin y al cabo el universo siempre nos atraviesa, nos rebalsa, nos empacha tanto que juramos que es la última vez que nos acercamos a él y sin embargo al rato, nomás, ya estamos nuevamente empecinados en nuestra gula.

La imposibilidad de llevar una tarea a cabo con éxito nunca nos resulta suficiente excusa para no emprenderla, y felices marchamos con nuestros fracasos al hombro.

sábado, 27 de octubre de 2007

Tras la persiana, las hojas que mece el viento enjugadas en sol. El silencio lleno de ruidos.

Yo estoy embutido de facto en la médula vertebral de esta mañana, como una enfermedad que enferma al día, lejos de toda impecabilidad; fallido. Buscando mi propia voz que me hable de mí, que me ponga al día, que me guíe o que me siga o que me algo.

Y sin embargo hay algo de sagrado en todo esto.

Mientras escribo soy el que escribe y soy lo que escribo; más que multiplicándome: aunándome conmigo mismo y con el universo, con la voz que habla, aunque no me hable de mí ni me ponga al día, ni me guíe, ni me siga, ni me nada.

viernes, 12 de octubre de 2007

Me gusta mirar a la gente a los ojos y que me devuelvan la mirada desde ese atrás límpido en donde se adivina que están ellos en su estado puro.

Me gusta la gente que sonríe con los ojos encendidos y la cara ebria de dicha.

Me gusta la gente y me gustan sus ojos.

martes, 2 de octubre de 2007

A veces, cuando escribo, tengo toda la intención de hacerlo bien.

Y la verdad es que no creo que se pueda QUERER escribir bien. Al contrario, se me ocurre que, de hecho, todo acierto literario es en gran medida providencial.

No es que no crea en el mérito -ojo al piojo- pero creo que el mérito es pura preparación. La valía de la cultura y la experiencia adquiridas se reflejan mejor en el entrenamiento de un artista que en su misma obra, que desprovista de lo imprevisible puede ser estructuralmente perfecta, pero nunca buena (y mucho menos entretenida, válgame).

Pensándolo bien: no quiero que mi obra sea como esas mujeres que solo sirven para ser miradas.

Prefiero escribir apasionadamente y esperar con inagotable paciencia la visita del genio. Y si el genio nunca viene, al menos sabré que me esforcé por ser un artesano y no un simple traficante de palabras.

martes, 25 de septiembre de 2007

Ayer nos preguntábamos: ¿Dónde empieza y dónde termina un poema?

Escuchando a Nick Drake hace un rato yo me preguntaba: ¿Dónde empieza y dónde termina la música?

Cada vez que pongo play tengo la impresión de que la música reemplaza los átomos de lo que fuera que antes estaba dentro de mi cuerpo, conviertiéndome en su recipiente.

Y mi mente, aunque desplazada de facto, cohabita y se entrega a la música voluptuosamente, como el adicto se entrega al recorrido intravenoso de la droga.

¿Y adónde irá ese inquilino confianzudo una vez que aprieto stop? -me pregunto.

jueves, 20 de septiembre de 2007

De mañana mi cuerpo entero era una canción invadiendo mi cabeza, como una radio interfiriendo a otra, pero ambas radios eran mi pensamiento y la canción era Pictures of Johanna. Y luego encontré, en Internet, unos poemas en prosa absolutamente brillantes y hermosos y ajenos a toda polución intelectualoide. Me desbordó esa sensación de karma del escritor que experimenta a un mismo tiempo dicha, por la belleza que le es develada, y el horror mudo de sentir que esa belleza le es inalcanzable por medios propios. Supongo que así se sentirá un pingüino viendo volar a las gaviotas.

A algunos la poesía les nace alas; a otros nos presta plata para el pasaje de avión.